julio 11, 2014

El amor de un padre

▼ * EL AMOR DE UN PADRE El día que mi hija nació, sinceramente, no sentí gran alegría. ¡Yo quería un niño! En pocos meses me dejé cautivar por la sonrisa de mi Andreita y por la infinita inocencia de su mirada fija y penetrante. Fue entonces cuando empecé a amarla con locura. Su carita y su mirada no se apartaban ni por un instante de mis pensamientos, la veía en cada niña, todo mi mundo, era ella. Una tarde, mi familia y la de mi amigo Raúl fuimos de picnic a la orilla de un río que había muy cerca de casa. De pronto la niña preguntó a su padre: - Papi, cuando cumpla quince años ¿Cuál será mi regalo? - Pero mi amor, si apenas tienes diez añitos, ¿No te parece que todavía falta mucho para que cumplas los quince?. - Bueno papito, tu siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque yo nunca lo he visto por aquí. Todos reímos con la ocurrencia de Andreita y seguimos disfrutando del picnic y hablando de otras cosas. Pasó el tiempo y una mañana me encontré con Raúl frente al colegio donde estudiaba mi hija, que ya tenía catorce años. Le comenté con gran orgullo las excelentes calificaciones y los conmovedores comentarios que le habían escrito sus profesores. Andreita ocupaba toda la alegría de la casa, en la mente, en el corazón de la familia, y especialmente en el de su papá. Fue un domingo muy temprano que nos dirigíamos a la iglesia, cuando Andreita tropezó con algo, eso creíamos todos, y dio un traspié, su papá la sujetó de inmediato para que no cayera. Pero ya instalados en la iglesia, vimos cómo Andreita fue cayendo lentamente sobre el banco y perdió el conocimiento. La tomamos en brazos, mientras su papá buscaba un taxi para llevarla al hospital; Andreita estuvo en coma durante diez días y fue entonces cuando le informaron a Oscar que su hija padecía una grave enfermedad que afectaba seriamente su corazón. Le dijeron que no era algo definitivo, y que debían esperar a practicarle otras pruebas para llegar a un diagnóstico firme. Los días iban pasando, Oscar renunció a su trabajo para dedicarse al cuidado de Andreita. Una mañana Oscar se encontraba al lado de su hija, cuando ella le preguntó: -¿Voy a morir, verdad? ¿Qué te dijeron los médicos? - No mi amor, no vas a morir, Dios que es tan bueno no permitirá que pierda lo que más amo en mi vida, respondió el padre. -Cuando alguien muere, ¿adonde va? Desde donde esté ¿podrá ver a su familia? ¿Sabes si se puede regresar? ... Preguntaba Andreita. -Bueno hija... en verdad nadie ha regresado de allá a contar algo, pero si yo muriera, no te dejaría sola, estando en el más allá buscaría la manera de comunicarme contigo, si hiciera falta utilizaría el viento para venir a verte. -¿Y cómo lo harías? - No tengo la menor idea hijita, sólo sé que si algún día muero, sentirás que estoy contigo, cuando un suave viento roce tu cara y una brisa fresca bese tus mejillas. Ese mismo día por la tarde, llamaron a Oscar, la situación era grave, su hija se estaba muriendo y necesitaban un corazón urgentemente, pues el de ella no resistiría más de quince o veinte días. ¿De donde sacar un corazón? ¿Como conseguir uno?. Ese mismo mes, Andreita cumpliría quince años. Y por fin, ocurrió lo que parecía imposible, fue el viernes por la tarde cuando consiguieron un donante, una esperanza iluminó los ojos de todos, las cosas iban a cambiar. El domingo Andreita ya estaba operada, todo salió como los médicos habían planeado. ¡Éxito total! Sin embargo, Oscar no había vuelto por el hospital y Andreita lo extrañaba muchísimo, su mamá le decía que todo estaba bien y que su papá estaba trabajando para sostener la familia. Andreita permaneció en el hospital durante quince días más, los médicos no habían querido dejarla ir hasta que su corazón estuviera firme y fuerte, y así lo hicieron. Precisamente el día de su cumpleaños, le dieron el alta médica, Andreita estaba feliz e ilusionada. Al llegar a casa todos se sentaron en el sofá y su mamá con los ojos llenos de lágrimas le entregó una carta de su padre: "Andreita, hijita de mi corazón: Al momento de leer mi carta, ya debes tener quince años y un corazón fuerte latiendo en tu pecho, esa fue la promesa que me hicieron los médicos que te operaron. No puedes imaginarte ni remotamente cuanto lamento no estar a tu lado en este instante. Cuando supe que ibas a morir, decidí dar respuesta a una pregunta que me hiciste cuanto tenías diez añitos y a la cual no respondí. Decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie jamás haría por mi hija... Te regalo mi corazón, mi vida entera sin condición alguna, para que hagas con ella lo que quieras. ¡¡Vive hija!! ¡¡Te amo con todo mi corazón!!" Andreita lloró todo el día y toda la noche. Al día siguiente fue al cementerio y se sentó sobre la tumba de su papá; lloró como nadie lo ha hecho y susurró: “Papá, ahora puedo comprender cuánto me amabas. Yo también te amaba y aunque nunca te lo dije, ahora comprendo la importancia de decir "TE AMO", perdóname por haber guardado silencio tantas veces". En ese instante las copas de los árboles se mecieron suavemente, cayeron algunas hojas y una suave brisa acarició las mejillas de Andreita, ella entre sollozos, sonrió, alzó la mirada al cielo, secó las lagrimas de su rostro, se levantó y emprendió regreso a su hogar ——por @UCBrowser

EL HOMBRE SIN ROSTRO

▼ * El Hombre sin Rostro Hace unos años a un trabaja­dor se le presentó una oportuni­dad de mejor empleo y por ello emigró con su familia desde New York hasta Australia. En la familia de este hombre, había un joven muy apuesto, su hijo, quien tenía aspiraciones de convertirse en un famoso trape­cista de algún circo o ser un gran actor. Este joven, mientras espera­ba que llegara su oportunidad con algún circo o incluso como ayudante de cualquier escenario, trabajaba en los embarcaderos locales, que bordeaban los peo­res sectores de la ciudad. Caminando a casa, una tarde, este joven fue atacado por cin­co delincuentes que querían ro­barle. En lugar de simplemente darles el dinero que traía, el jo­ven se resistió. Sin embargo, los cinco maleantes lo sometieron con facilidad y procedieron a golpearlo salvajemente. Con sus botas y manoplas de acero gol­pearon su rostro y todo su cuer­po, dejándolo al borde de la muerte. Cuando la policía lo encon­tró tirado en el camino, asumie­ron que ya estaba muerto y llamaron a la camioneta de la morgue. En el trayecto hacia la morgue uno de los policías lo escuchó aspirar roncamente bus­cando aire y de inmediato lo trasladaron a la unidad de emer­gencia del hospital. Cuando fue colocado en una de las camillas, una de las en­fermeras mencionó con horror que este joven ya no tenía ros­tro. Sus ojos habían sido golpea­dos terriblemente, su cráneo, sus piernas y sus brazos estaban fracturados, su nariz estaba, li­teralmente, colgando de su cara, todos sus dientes habían des­aparecido y los huesos de su mandíbula fueron separados de la estructura del cráneo. Aunque salvó su vida, pasó un año en el hospital. Cuando fi­nalmente salió del hospital, su cuerpo, a pesar de que había curado, tenía un rostro que pro­ducía rechazo ante los que se le cruzaban. Ya no era aquel jo­ven apuesto que todos habían admirado. Cuando el joven empezó a buscar trabajo fue rechazado repetidamente en todos lados, debido al aspecto repulsivo de su apariencia. Un posible empleador le sugirió que se uniera al circo bajo el nombre de "El Hombre sin Rostro". El tuvo que hacer esto por un tiempo. Aun así, seguía siendo rechaza­do y casi nadie quería acercarse o acompañarle. Tuvo pensa­mientos suicidas. La situación no cambió por cinco años. Un día, este joven pasó fren­te a una iglesia y buscando algo de paz, entró. Después de escu­char sus lamentos un sacerdote se le acerca. Éste sacerdote sintió mucha lástima por él y lo llevó hasta la rectoría donde hablaron por lar­go tiempo. El sacerdote se im­presionó tanto con este joven que le dijo que haría todo lo que es­tuviera a su alcance para ayudar a restaurarle el rostro, su digni­dad y su vida, siempre y cuando el joven prometiera convertirse en un católico ejemplar y que confiara que la piedad de Dios lo liberaría de ese tormento. El joven asistió, desde entonces, cada día a los servicios religio­sos donde le agradecía a Dios por salvarle la vida y le pedía, tan sólo, que le diera paz mental y la gracia para convertirse en el mejor hombre que él pudiera llegar a ser a los ojos de Dios. El sacerdote, a través de sus contactos personales, consiguió los servicios del mejor cirujano plástico en Australia. No habría costo alguno para el joven, de­bido a que el doctor era un gran amigo del sacerdote. El doctor también se impresionó tanto por el joven, quien miraba ahora a la vida con tanta alegría, espe­ranza y amor a pesar de la ho­rrible experiencia que había su­frido. La cirugía fue todo un éxito. Se le hizo también el mejor tra­bajo de reconstrucción dental. Este joven se convirtió en todo lo que le prometió a Dios que sería. También fue bende­cido abundantemente con una hermosa y maravillosa esposa y muchos hijos. Además alcanzó un éxito impresionante en una carrera en la que sin duda hubie­se sido el último en encontrar éxito si no hubiese sido por la Gracia de Dios y el amor de las personas que se preocupaban por él. Esta experiencia él la hizo pública. Este joven es MEL GIBSON y su vida ha servido de inspiración para la película "El hombre sin rostro", que él mis­mo produjo. Es una persona de admirar por nosotros como un hombre temeroso de Dios y un ejemplo del verdadero valor de un hombre. Esto nos enseña que Dios siempre está dispuesto a ayu­darnos en las pruebas y en las situaciones más difíciles. El siempre se encuentra allí para fortalecernos en cada lugar, en cada persona que encontramos en nuestro camino, por eso cada día hay que orar, ya que al final de cada sendero espinoso encontraremos nuestra recom­pensa más grande, que será el de reconocer la obra y el Rostro de Dios ... ——por @UCBrowser

* MI MADRE TENÍA MUCHOS

▼ * MI MADRE TENÍA MUCHOS PROBLEMAS Había estado adelgazando peligrosamente y estaba deprimiéndose. Era irritable, gruñona y amargada. Hasta que un día, de pronto, ella cambió. La situación estaba igual, pero ella era distinta. "Viejita -dijo mi padre- llevo tres meses buscando trabajo y no he encontrado nada, voy a echarme unas chelas con los amigos." -Ah, okey.-Contestaba mi madre. -Ya encontrarás. "Mamá -dijo mi hermano- reprobe todas las materias en la facultad." -Ah, okey. -Respondió mi madre. -Ya te recuperarás y si no pues repites el semestre. Pero te lo pagas tú. "Mamá- dijo mi hermana- Choqué el carro." -Ah, okey. -Suspiró mi madre. -llévalo al taller, busca como pagar y por lo pronto muévete en combi. "Nuera -llegó diciendo su suegra, que siempre la fustigaba y encaraba-, vengo a pasar unos meses con ustedes." -Ah, okey. -dijo mi madre. -Acomódese en el sillón y agarre unas cobijas del clóset. Todos se reunieron preocupados al ver estas "no reacciones" de mi madre. Sospechaban que hubiera ido al médico para que le recetara unas pastillas de Alpinchimadrina de 1000 mgs. Seguramente estaría ingiriendo una sobredosis. Propusimos hacer una "intervención" a mi madre para alejarla de cualquier posible adicción que tuviera hacia algún medicamento anti-encabritamiento. Pero cual fue nuestra sorpresa que, cuando nos reunimos en torno a ella, explicó: -"Me tomó mucho tiempo darme cuenta de que cada quien es responsable de su vida. Me tomó años descubrir que mi angustia, mi mortificación, mi depresión, mi enojo, mi insomnio y mi estrés, no sólo NO resolvían sus problemas sino que AGRAVABAN los míos. YO NO SOY RESPONSABLE DE LAS ACCIONES DE LOS DEMÁS, PERO SÍ SOY RESPONSABLE DE LAS REACCIONES QUE EXPRESE ANTE ESO. Por lo tanto, llegué a la conclusión de que mi deber para conmigo misma es mantener la calma y dejar que cada quien resuelva lo que le corresponde. He tomado cursos de yoga, de meditación, de Milagros, de Desarrollo Humano, de Higiene Mental y de Programación Neurolingüística... y hay un común denominador: QUE YO SÓLO PUEDO TENER INJERENCIA SOBRE MÍ MISMA, USTEDES TIENEN TODOS LOS RECURSOS NECESARIOS PARA RESOLVER SU PROPIA VIDA. Yo sólo podré darles mi consejo si acaso me lo pidieran y de ustedes depende seguirlo o no. Así que de hoy en adelante, yo dejo de ser el receptáculo de sus responsabilidades, el costal de sus culpas, la lavandera de sus remordimientos, la abogada de sus faltas, la depositaria sus deberes o su llanta de refacción para cumplir sus responsabilidades. Los declaro a todos adultos independientes y autosuficientes." Todos se quedaron mudos. Ese día la familia comenzó a funcionar mejor... Porque cuando mamá está bien, todos en la casa sabrán lo que les toca hacer ——por @UCBrowser